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Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global
Felix Arellano*
Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global
Felix Arellano*
Desde
el surgimiento del Estado Nación, formalmente establecido con la firma de la
Paz de Westfalia en 1648, su papel en la dinámica mundial ha sido fundamental,
podríamos decir que ha sido el epicentro y gran hegemon y, desde los inicios
del sistema internacional, los Estados se han caracterizado por un celoso control
de su capacidad de acción individual, lo que fue conformando el cuadro de la
soberanía absoluta. Ahora bien, con el dinamismo y heterogeneidad que
caracteriza a las relaciones internacionales y, en la medida que la
interdependencia y la globalización se van fortaleciendo, la acción individual
de los Estados va resultando limitada y vulnerable; empero, paradójicamente,
estamos observando como el nacionalismo radical está resurgiendo, fundamentalmente
en países prósperos económicamente, lo que además de exacerbar la
incertidumbre, pudiera conllevar consecuencias negativas, no solo para esos
países, sino para el sistema en su conjunto.
Luego
de la IIda Guerra Mundial, las complejas transformaciones técnicas y
tecnológicas contribuyeron a estimular nuevas visiones y formas de organización
del escenario mundial, donde el papel del Estado se va flexibilizando y
reduciendo. En este contexto, podemos apreciar el progresivo surgimiento y
consolidación de nuevos actores internacionales tales como: las corporaciones
transnacionales, las organizaciones internacionales y las organizaciones no
gubernamentales (ONG). También destaca el creciente desarrollo del
multilateralismo y la integración económica.
La
creciente interdependencia va generando que temas fundamentales para el
funcionamiento de las sociedades y, en particular, para su bienestar, se
encuentren cada día más interconectados en el escenario global, podríamos
mencionar por ejemplo: el comercio internacional, las telecomunicaciones, las
finanzas o los procesos productivos que se van estructurando en cadenas
globales de valor a escala mundial.
Pero
lo más desafiante para los Estados tiene que ver con los graves problemas que
se han desarrollado en el marco de la dinámica global, como los retos
ecológicos: calentamiento global, capa de ozono o el agua dulce por mencionar
algunos; también nos encontramos con la vulnerabilidad de los derechos humanos
o con los llamados ilícitos internacionales tales como: tráfico de
estupefacientes, tráfico de órganos humanos, tráfico de personas, tráficos de
armas; o los ilícitos financieros, entre ellos la creciente corrupción. Y no
podemos dejar de mencionar los desafíos sanitarios globales como el VIH/SIDA,
la gripe aviar o el ebola.
Las
fuerzas que buscan conformar nuevos Estados independientes en España, Canadá o Bélgica
por citar algunos; o los Estados que buscan un mayor aislamiento, con el supuesto
objetivo de fortalecer su capacidad de acción y de bienestar; parecieran
olvidar que la realidad técnica y tecnológica que vivimos nos interconecta, nos
hace interdependientes. Claro que podemos aislarnos, pero con costos sociales
muy altos. Lo irracional es que se presente al aislacionismo como una opción
para enfrentar las limitaciones del mundo global, pues en la práctica, puede
resultar que se agraven los problemas iniciales, y se generen otros nuevos,
tanto para el país, como para el conjunto.
Como
parte del libreto del nacionalismo radical que estamos observando destaca el
rechazo a los procesos de integración económica. Se argumenta, equivocadamente,
que la integración es la culpable de problemas económicos, como el desempleo,
olvidando la compleja dinámica de la productividad y la competitividad. La
integración puede generar problemas sociales, la IV Revolución Industrial,
caracterizada por la expansión de la robótica en los procesos productivos,
también puede conllevar problemas sociales; pero en ambos casos, la solución no
tiene que ver con la destrucción de las máquinas o de los centros de
investigación o de los acuerdos de integración.
La
tesis que sostiene que frente a los problemas que genera la integración la
solución exige profundizarla, no es baladí. En este orden de ideas, no es el
aislacionismo, ni la soberanía absoluta con barreras y muros lo que puede
resolver los problemas sociales que estamos enfrentando; por el contrario, las
soluciones exigen más diálogo, negociación, participación, cooperación,
multilateralismo e integración; frente a los problemas globales, se requieren
soluciones negociadas globalmente. Todo lo contrario de lo que pregonan las
propuestas populistas y autoritarias.
*Profesor FACES/
ARIG
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