martes, 23 de junio de 2020

ARIGlobal: TODA ACCION CUENTA






Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV.  Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global



Marìa Gabriela Mata Carnevali


La COVID19 ha puesto de relieve desigualdades sistemáticas. Pero también nos ha ayudado a descubrir nuestra fortaleza interna y nuevas formas para conectarnos con los demás, renovando nuestra motivación para actuar en favor de un mundo mejor. Como dice el lema adoptado este año para celebrar el Día Internacional del Refugiado, “toda acción cuenta”, “todo el mundo puede marcar la diferencia”.

Filippo Grandi, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas en esta materia, rindió homenaje a la resiliencia de las personas desplazadas a la fuerza en todo el mundo, muchas de las cuales están en la primera línea de batalla contra la pandemia de coronavirus, a pesar de las dificultades que normalmente deben sobrellevar. Desde médicos, enfermeras, educadores, cocineros, modistas, periodistas y locutores, hasta voluntarios, muchos migrantes y refugiados están encontrando formas de participar.

En América Latina y España destaca la labor de aguerridos venezolanos que abandonaron todo en busca de un futuro para ellos y sus hijos y hoy encuentran una manera de insertarse en los países que les dieron abrigo aportando lo mejor de sí como profesionales y como personas.  

La crítica situación en Venezuela, que ha llevado al mayor éxodo en la historia reciente de la región, provocando una de las crisis de desplazados más importantes en el mundo, tiene al menos un lado amable como es el de dar a conocer los múltiples talentos de los venezolanos.

Los que todavía estamos aquí, desplazados en nuestro propio país, debemos llenarnos de esa fuerza desplegada por nuestros compatriotas afuera para hacer frente al enemigo interno, el virus chavista que enferma el alma y mata democracias.

Desplazados estamos, algunos en el sentido estricto de la palabra, obligados a mudarnos a otras ciudades o estados, o a “refugiarnos” en casa de familiares o amigos por falta de servicios o amenazas del Estado terrorista. Pero desplazados también estamos en sentido figurado, desplazados del lugar que nos corresponde como profesionales en puestos de responsabilidad hoy en manos de incompetentes; desplazados del progreso y el bienestar, obligados a vivir en condiciones deplorables; desplazados emocionalmente, con el corazón dividido en tantos países como destinos encontró nuestra sangre.

Que no se nos olvide.  Todo el mundo puede marcar la diferencia, en la universidad, en la oficina, en la calle, en la Iglesia, en la comunidad. Toda acción cuenta.

La defensa y promoción de los derechos humanos luce como la acción estratégica que puede ayudarnos a alcanzar la unidad necesaria para hacer frente a este reto histórico que nos conmina a sacar lo mejor de nosotros.

Ante la sentencia de muerte que enfrentan los partidos, enarbolemos sin miedo una única bandera plural, la bandera de los derechos humanos que ya cuenta con el importante respaldo internacional.
“La noción de Derechos Humanos se corresponde con la afirmación de la dignidad de la persona frente al Estado”, dice Pedro Nikken (1994); y es que la dignidad de la persona puede verse ofendida por distintas causas, pero no todas configuran, técnicamente, violaciones a los derechos humanos.

La nota característica de las violaciones a los derechos humanos es que ellas se cometen desde el poder público o gracias a los medios que éste pone a disposición de quienes lo ejercen. “Usualmente implican lucha” nos recuerda por su parte Carlos Chipoco (1994), pues muchas veces mantener la seguridad nacional se convierte en la excusa perfecta para asaltar las libertades humanas.

La universidad se lucha o se pierde. El país se lucha o se pierde. Nuestros derechos como venezolanos, como seres humanos, se luchan o se pierden, porque este gobierno no quiere reconocerlos aferrado a una interpretación relativista, que pone la soberanía estatal al servicio de su ambición y por encima del Derecho Internacional.

Hagamos del Sistema Universal de Protección de los Derechos Humanos nuestro aliado y avancemos hacia una nueva Venezuela de la que nadie quiera irse y, al contrario, se convierta de nuevo en refugio de sueños expatriados.

 Referencias:
Chipoco, Carlos (2010). La protección universal de los derechos humanos. Una aproximación crítica. En: Rodolfo Cerdas y Rafael Nieto (comp.)  Estudios básicos de derechos humanos. IIDH.
Nikken, Pedro (1994). El concepto de derechos humanos. En: Rodolfo Cerdas y Rafael Nieto (comp.)  Estudios básicos de derechos humanos I. IIDH

@mariagab2016



jueves, 18 de junio de 2020

ARIGlobal: ¿Un nuevo Plan Marshall?


Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV.Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global

Felix Arellano* 



Las consecuencias sociales de la pandemia del Covid-19, particularmente en la generación de pobreza, desempleo y miseria, con especial énfasis en los países en desarrollo, son tan dramáticas, que se debería aprobar un ambicioso programa de auxilio internacional, al tenor del viejo Plan Marshall (1948-1952), que se concentró en la recuperación de Europa occidental, finalizada la Segunda Guerra Mundial. En esta oportunidad, se debería diseñar, y con urgencia, un programa novedoso, que debería contar con la participación de diversos donantes, y no solo los Estados Unidos como fue el caso del Pan Marshall. Además, debería contar con la activa participación de los organismos internacionales, en particular las Naciones Unidas, para su organización y ejecución.

Las Naciones Unidas estiman que, producto de la pandemia, la pobreza extrema podría llegar a 34 millones de personas, para el Banco Mundial esa cifra podría alcanzar los 60 millones. Es evidente que la pobreza representa uno de los temas más acuciantes en el mundo globalizado, que hace más evidentes las diferencias e injusticias de unas minorías que despilfarran en frivolidades y unas mayorías que apenas logran sobrevivir y, ahora, la pandemia las castiga profundamente. El tema es tan urgente que ocupa el primer lugar en los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS).

Es cierto que una gran mayoría de países, incluyendo economías desarrolladas, están enfrentando graves consecuencias sociales de la pandemia, pero estos países cuentan con el musculo financiero para enfrentar la situación. Muchos de ellos disponen de sistemas de subsidio al desempleo. El caso de la Unión Europea resulta significativo, pues además del multimillonario presupuesto comunitario para enfrentar la pandemia (540 millones de euros para ayuda inmediata y más de un billón para 2021-2027), cada país está aprobando recursos adicionales en cifras impactantes.

Conviene resaltar que en esta oportunidad pareciera que muchos países han aprendido la lección, y el apoyo financiero no se concentra exclusivamente en las empresas, como ha ocurrido en crisis anteriores, incrementando el desasosiego social y el radicalismo político. Es cierto que la corporación que recibe recursos de apoyo financiero debería mantener los empleos, pero no siempre ha sido el caso y, en algunas crisis financieras, la atención se ha centrado en los banqueros, menospreciando al público y sus hipotecas.

Debemos aclarar que el covid-19 no es virus contra los pobres, pero las condiciones estructurales de la pobreza en el mundo entero y, en especial, en los países más vulnerables, los convierte en el sector más afectado. En la gran mayoría de los casos viven en condiciones de hacinamiento, grupos humanos extensos en un mínimo espacio, ¿cuál distanciamiento social? El agua, obviamente es un privilegio, ¿cómo lavarse las manos con frecuencia? Si en el día no hay ingresos, no hay comida, ¿cuál cuarentena?; es decir, cuarentena o hambre.

En la complejidad de la crisis que enfrentan los países más vulnerables debemos sumar una diversidad de elementos, por eso se tipifica como crisis sistémica. Por ejemplo, no existen condiciones sanitarias para enfrentar la magnitud de afectados que puede genera la pandemia, por su fácil propagación y graves efectos en el organismo humano. En la mayoría de estos países no existe infraestructura sanitaria. Es realmente una fantasía pensar en las áreas de terapia intensiva o en los respiradores de última generación, la mascarilla de producción artesanal es un lujo. Esto significa que para muchos la muerte llega en casa, difícil contar con estadísticas exhaustivas y certeras en tales condiciones.

Otro síndrome estructural de los más vulnerables, es la corrupción, cualquier nueva dotación de recursos en el sector sanitario se convierte en un potencial negocio, un drama que se presenta en cascada, desde las autoridades del ministerio, hasta el personal de limpieza. La dotación podría llegar y desaparece, pero muy cerca se pueden conseguir y comprar los productos a precios astronómicos. La situación resulta más trágica en los países con gobiernos autoritarios, pues la nomenclatura goza de impunidad.

Abandonar a los países en desarrollo a su destino natural, bajo una perspectiva darwinista, y que sobreviva el más apto, no constituye la mejor decisión. Veamos el caso europeo, despreocuparse de los problemas sociales en África, en algunos casos utilizando el falso discurso del respeto de la soberanía o aprovechar los gobiernos autoritarios, ha estimulado migraciones que presionan permanentemente sus países y es un tema de discordia a nivel comunitario.

Si la pandemia incrementa la pobreza, como está ocurriendo, la ecuación implica que se incrementaran las migraciones, sin importar los muros, de múltiples formas llegaran. En este complejo problema todos tienen una cuota de responsabilidad. El incremento de la pobreza supone una bomba de tiempo en múltiples sentidos, es migración segura, pero también estimula delincuencia y violencia.

Algunos países en desarrollo han tratado de estructurar políticas que estimulen la estabilidad económica, la apertura del mercado, la atracción de inversiones; pero, no contaban con las devastadoras consecuencias de la pandemia. Dejarlos solos que enfrenten sus propias consecuencias, es la garantía de una mayor inestabilidad a escala mundial. En tal sentido, urge que los gobiernos democráticos coordinen, con el apoyo de múltiples instituciones, un ambicioso programa de auxilio financiero y de transformación económica, bien controlado y administrado; algo así como un nuevo Plan Marshall para enfrentar la pobreza mundial que se multiplica con la pandemia del coronavirus.

Profesor ARIG