Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a
cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones
internacionales y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y
reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las
relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global
Fidel Canelón Ferrer *
Las elecciones norteamericanas de
noviembre de 2016 fueron oscurecidas por las denuncias de una intervención
cibernética rusa para perjudicar la campaña de Hillary Clinton y beneficiar al
candidato republicano Donald Trump, a la postre ganador. Lo que al principio se
creía que fue solo el hackeo de las direcciones electrónicas del jefe campaña
de la candidata demócrata, John Podesta, se comprobó posteriormente que eran un
conjunto mucho más amplio de acciones concertadas en las redes por empresas
rusas al servicio del gobierno de ese país, que incluía la propagación de noticias falsas y otras
formas de desinformación.
Ahora bien, lo que queremos destacar
en estas líneas es que los mencionados hechos son solo una parte –de amplias
consecuencias, naturalmente, por cuanto involucran a dos potencias- de un
fenómeno que ha tomado una fuerza notable en los últimos años, como es la toma
del ciberespacio por fuerzas disociadoras y en buena medida criminales que propugnan valores contrarios a la tolerancia, la
paz y el respeto a la opinión ajena. Ya es conocido que grupos terroristas como
el Estado Islámico han utilizado intensamente las redes durante el conflicto
armado que involucra a Siria e Irak con distintos objetivos: publicitar sus
acciones violentas, propagar sus proclamas, reclutar adherentes y buscar apoyos
por todo el mundo. Esto se repite con diversos grupos armados en el mundo (relacionados,
en su mayoría, con una amplia gama de organizaciones dedicadas a negocios
ilícitos que también copan la red, aunque de manera más subrepticia).
Como
lo revela el ataque cibernético ruso en Estados Unidos, estas prácticas están ganando terreno en
varios gobiernos de mundo que tienen en común el tener una vocación
autocrática, como es el caso de nuestro
país, donde el hackeo de las cuentas de ciudadanos comunes y corrientes y dirigentes opositores está a la orden del
día, al igual que el uso de boots y fake news
para posicionar tendencias y producir desinformación.
Lo cierto es que la época donde se
veía de manera idílica a las redes sociales por su impacto positivo en
distintos aspectos de la vida social en general y de la vida política en
particular, parece haber llegado a su fin. Hasta hace unos años se vinculaba
inmediatamente a las redes –y sus expresiones más notorias, como Twitter y
Facebook- con la deliberación pública abierta, la libertad de pensamiento y la
posibilidad de la transparencia en la vida pública y social, lo cual se reflejó,
por ejemplo, en el surgimiento de verdaderos movimientos sociales y civiles
virtuales. Hubo momentos icónicos que dieron apoyo a esta visión positiva, como
la campaña de proselitismo y de financiamiento virtual que lanzó Obama en su
primera elección (que contribuyó decisivamente a su triunfo) y muy
especialmente la Primavera árabe, donde el uso de las redes resultó decisiva en
un contexto de países sometidos a regímenes cerrados y autoritarios donde los
ciudadanos carecían de canales para expresar sus ideas y demandas.
Son muchos otros los hándicaps y
debilidades que se están viendo en las redes sociales. El desaparecido Umberto
Eco, con la agudeza que le caracterizaba, había señalado que el ciberespacio
era el escenario de la “invasión de los idiotas”, apuntando a otra preocupante
tendencia: el pulular de la intolerancia, la mala fe y la ignorancia entre
millones que usan el ciberespacio, con frecuencia bajo el amparo del anonimato.
Esta amenaza parece darse la mano con la otra que me hemos reseñado: la toma de
las redes por grupos políticos irregulares y violentos y por gobiernos
autoritarios e intolerantes con el objetivo de interferir en la libre voluntad
de los ciudadanos y de los estados del mundo y favorecer sus estrategias y
objetivos geopolíticos de dominio. Es un reto para las corporaciones privadas
de la red, los gobiernos democráticos, los organismos internacionales y sobre
todo la sociedad civil nacional e internacional actuar conjuntamente para
afrontar las amenazas que acechan a las redes, una de las mayores innovaciones
tecnológicas en la historia de la humanidad.
*Prof FACES/
EEI
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