Espacio de
reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores
vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la
UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la
agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que
combina lo interméstico y global
Luis Angarita*
El comercio mundial se ha constituido
a lo largo del tiempo como una de las herramientas que facilitan el desarrollo
de todas las naciones, de la manera más democrática y universal posible. Es con
el comercio que los países han conseguido atravesar procesos de
industrialización y modelos de desarrollo exitosos, con la inclusión de sus
sistemas socioproductivos en los procesos de producción y consumo regionales y
mundiales.
Las visiones “pro comercio” no
siempre han sido la tendencia dominante en el sistema mundial. De hecho, en los
orígenes del llamado Estado-Nación, la práctica común estaba relacionada con
enfoques “anti comercio” o también llamados proteccionistas. El mercantilismo
fue la tendencia que reinaba durante toda la transición de la edad media a la
edad moderna.
Es a partir de la década de los 90
que se ha establecido un paradigma dentro del sistema del comercio mundial con
una clara tendencia hacia la liberación de aranceles y la facilitación de los
intercambios comerciales, bien por aprendizaje de aquellos países que han
apostado a esa estrategia, o bien por el agotamiento de sistemas
proteccionistas que no fueron eficientes en el fomento de las capacidades
productivas nacionales.
La creación de la Organización
Mundial del Comercio (OMC) y la proliferación de acuerdos comerciales y de
integración económica le dieron un impulso al proceso de liberalización del
comercio mundial, reduciendo ampliamente la aplicación de aranceles y la
supresión de las barreras no arancelarias, para favorecer a un sistema más
previsible y transparente, con el criterio básico de ampliar el acceso a nuevos
mercados y de establecer un régimen de competencia universal y transparente a
todos los países del mundo.
Claro está que la aplicación de un
conjunto de medidas que eliminan la protección a importantes sectores
productivos tiene como contraparte la afectación de empresas poco productivas o
que, por condiciones del sistema, no pueden enfrentarse a la competencia de los
mercados mundiales regionales y mundiales. La cara oculta de la aplicación al dedillo del Libre Comercio, es que
genera ganadores y perdedores dentro de cualquier sistema económico.
Lo que poco se comenta es que el
mismo sistema comercial debe brindar incentivos para que los sectores afectados
por la competencia internacional puedan trasladarse a sectores más productivos
dentro de su país, o que su sistema
económico genere las adaptaciones para que pueda competir eficientemente dentro
del sistema del comercio mundial.
Pero la llegada de Donald Trump a la
presidencia de Estados Unidos pone en serias dudas el avance y consolidación de
las prácticas liberales dentro del comercio mundial. El presidente republicano
llega al poder de la mano de aquellos que fueron afectados por la poca
competitividad de sus sectores productivos. Con un discurso populista, trata de
reivindicarlos y habla de establecer mecanismos de protección para “volver
hacer a América grande” (“Make America great again”).
En la práctica, el discurso de Trump
se ha convertido en medidas de política comercial que ponen en riesgo los
avances dentro del sistema de comercio mundial. Las palabras “guerra comercial”
o “guerra de aranceles” vuelven a estar presentes en la estrategia de Estados
Unidos, con la revisión de sus principales acuerdos comerciales, y con gran
afectación a sus principales aliados comerciales. Dado el peso que representa
el país norteamericano, los principales actores del comercio mundial, China, la
Unión Europea y muchos otros, temen que las medidas adoptadas por EE.UU. puedan
afectar la tendencia creciente del comercio y termine por amenazar el
crecimiento económico y la estabilidad del sistema mundial.
*Prof
FACES/EEI
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