Alfredo E. Ordoñez*
La
preocupación por la ampliación de las brechas tecnológicas que se han generado
durante la historia de la humanidad, y sobre todo después de la I Revolución Industrial,
ha obligado a las naciones a buscar mecanismos que le permitan disminuir esas
brechas o ajustarse a la dinámica cíclica de la innovación, lo que les ha
generado una relación de dependencia económica con las economías
tecnológicamente más avanzadas.
En
tal sentido, y dada la complejidad de comprender cómo se podría lograr una efectividad
en el establecimiento de la cooperación entre economías con los mismos niveles
de desarrollo, se requiere analizar el rol de las instituciones. Para Douglass North (1993), las
instituciones son las reglas originadas en una sociedad, que a su vez se
transforman en las mismas limitaciones que dan forma a la interacción humana,
por lo que se pueden admitir en las estructuras política, social y económica. Un
aspecto importante del trabajo de North (1993), es que reconoce que las
instituciones son una creación humana, por lo que las instituciones evolucionan
y son alteradas por los mismos humanos. Si se concibe que la principal función
de las instituciones en la sociedad sea reducir las incertidumbres
estableciendo una estructura estable en el proceso de intercambio, se podría
considerar la pertinencia de que los agentes económicos se ajusten a mejores
procesos de cooperación, y así reducir la brecha tecnológica.
North (1993), explica que generalmente las instituciones
cambian de forma incremental y no de un modo discontinuo. El cambio incremental
proviene de las percepciones de los empresarios en organismos políticos y
económicos que les indican que podrían beneficiar mejor alterando en un cierto
margen el marco institucional existente. Vale la pena rescatar, que en muchos
países en vía de desarrollo económico, las oportunidades que tienen tanto los
empresarios políticos como económicos, favorecen actividades que promueven la
actividad redistributiva no productiva, crean monopolios en vez de condiciones
de competencia y restringen oportunidades en lugar de acrecentarlas. Pocas
veces inducen inversiones en educación que aumenten la productividad, y de ahí la
pertinencia de que estas naciones se enmarquen en la gestión del conocimiento
como base para el estímulo de la competitividad e innovación tecnológica.
Acemoglu y Robinson (2003) sustentan
su hipótesis sobre el desarrollo y subdesarrollo con la evolución de las naciones,
donde la historia demuestra el porqué de los retrasos, y destacan que “… el éxito
económico de los países difiere debido a las diferencias entre sus
instituciones, a las reglas
que influyen en cómo funciona la economía y a los incentivos que motivan
a las personas” (p. 54). Las economías
más desarrolladas se caracterizan por contar con instituciones económicas
inclusivas, las cuales posibilitan y fomentan la participación de la gran
mayoría de las personas en actividades económicas, aprovechan mejor su talento y sus
habilidades y permiten que cada individuo pueda elegir lo que desea. Las
instituciones económicas inclusivas fomentan la actividad económica, el aumento de
la productividad y la prosperidad económica. Garantizar el derecho a tener
propiedad privada es
crucial, ya que solamente quienes disfruten de este derecho estarán dispuestos
a invertir y aumentar la
productividad.
En el caso contrario a las
instituciones inclusivas, se presentan las instituciones económicas
extractivas, “… las que tienen
propiedades opuestas a las instituciones inclusivas. Son extractivas
porque tienen como objetivo
extraer rentas y riqueza de un subconjunto de la sociedad para
beneficiar a un subconjunto distinto” (Acemoglu y Robinson, 2003: 56), las
cuales se caracterizan en América Latina, África y hasta en Europa del
Este, sociedades donde no se presentan igualdad de oportunidades ni un sistema legal
imparcial.
A diferencia de las relaciones de intercambio entre
economías con altos niveles de desarrollo económico y tecnológico, que se
caracterizan por un intercambio de know
how por su carácter estratégico comercial, la relación de intercambio entre
economías con bajos niveles de desarrollo económico se ven afectadas por la
débil capacidad institucional de sus estructuras públicas, alto grado de
coerción política que se traducen en uso excesivo del poder, y por ende,
corrupción y falta de transparencia en la toma de decisión.
La importancia de instituciones inclusivas es fundamental
para generar cualquier modelo de gestión que implique progreso, sin embargo,
las instituciones deberán contar con una real apertura política. Por supuesto,
esta apertura será muy difícil de generarse pues su costo será muy elevado e
implicará un sacrificio de quienes sustentan el poder.
En tal sentido, y a pesar que el sistema económico global
estimula a las instituciones a democratizarse y generar mejores mecanismos de
cooperación, el cambio real se dará por las demandas internas de cada régimen,
que inevitablemente implicará un rompimiento del comportamiento de las
instituciones informales y la conformación de un nuevo paradigma institucional
que permita generar un principio
de causación circular positivo para ir disminuyendo las brechas comerciales y lograr
un desarrollo sostenible, lo que obligará a las instituciones a cooperar y
generar estructuras descentralizadas de poder.
* Prof FACES / ARIG / Economía
* Prof FACES / ARIG / Economía
Referencias
bibliográficas:
NORTH, D. (1993).
Instituciones, cambio institucional y desempeño económico. México: Fondo de
Cultura Económica.
ACEMOGLU, D. y Robinson, J. (2003). Por qué fracasan los países. Deusto s.a. Ediciones. Texto on-line en https://federalismoygobernabilidad.files.wordpress.com/2015/11/acemoglu.pdf [Consulta: 2018, mayo 18]
Fuente: Imagen
extraída de https://opotesta.wordpress.com/2015/07/30/el-enigma-de-las-instituciones-politicas-peruanas/
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