Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de
docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales
y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre
distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores
de Venezuela que combina lo interméstico y global
Felix Arellano *
Todo indica que Donald Trump ha
decidido radicalizar su actuación internacional con el objetivo de fortalecer
su posición interna y así impedir el juicio político (impeachment) que fácilmente podría
aprobar un Congreso de mayoría demócrata, pues las investigaciones
avanzan y se acercan peligrosamente al propio Presidente.
En estos momentos la popularidad
del Presidente se incrementa, los
radicales se sienten satisfechos y asumen que el país está
creciendo, también el empleo, las inversiones y la fortaleza a escala mundial.
Si este ambiente se mantiene hasta el mes de noviembre, el triunfo del partido
republicano está garantizado; empero, la incertidumbre también está presente y
los casos de Corea del Norte e Irán se pueden complicar. Otro tema que debemos
incorporar en la agenda es Venezuela.
En la estrategia radical del
Presidente Trump un paso decisivo ha sido la eliminación de los moderados en su equipo más cercano de gobierno. La
salida del Secretario de Estado y los Consejeros de Seguridad y de Economía,
sustituidos por radicales, también definidos como “halcones”, facilita la
adopción de decisiones duras como el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo
con Irán. Esta decisión fortalece sus vínculos con los gobiernos de Israel, de
Arabia Saudita y con el poderoso lobby judío; pero, fundamentalmente, lo
fortalece a él frente al electorado que
lo llevó a la presidencia.
Debemos destacar que el
Presidente Trump ya ha adoptado varias decisiones que están minando el
multilateralismo, el diálogo y la negociación; ha sido el caso del retiro del
Acuerdo Transpacífico, la eliminación de las negociaciones del Acuerdo
Transatlántico, el rechazo al Acuerdo de Paris sobre el cambio climático, la
incertidumbre que aún persiste en las negociaciones para la revisión del
Tratado de Libre Comercio con Canadá y México. En este contexto debemos sumar
su alejamiento de Europa Occidental, su creciente enfrentamiento comercial con
China y, ahora se suma, el caso de Irán.
Los radicales norteamericanos,
que en su mayoría respaldan al partido republicano, leen estas acciones como
señales de fortaleza, el país retomando su poder (América primero) y las
riendas de la dinámica mundial. Por otra parte, las señales que se está
enviando a Corea del Norte, para la cumbre de 12 de junio en Singapur, son
duras. Estados Unidos no quiere
acuerdos suaves y progresivos; no cree en los mecanismos de control
y por eso rechaza el acuerdo con Irán; para nada aceptará una negociación lenta
y larga, como quisiera Corea del Norte y, por ningún concepto, retirará sus
fuerzas militares de zona, que representan el paraguas de defensa (frente a
China) de varios aliados asiáticos, en particular Corea del Sur, Japón e India.
Pero la situación se puede
complicar y Corea del Norte podría rechazar el proceso de diálogo y negociación
y mantener su programa nuclear. En este escenario seguramente las sanciones de
Estados Unidos se incrementarán, pero sabemos que su viabilidad depende del
apoyo de China, que también está siendo atacado comercialmente por Donald
Trump. Irán también podría decidir
retomar y acelerar su programa nuclear, de nuevo las sanciones se
pueden incrementar, pero tiene el apoyo de Rusia. En estos escenarios
complicados, surge la pregunta ¿Trump está dispuesto al uso de la fuerza
militar para imponer sus soluciones, teniendo presente la crisis interna que
esto puede generar?
En otro escenario, favorable para
Trump, se podría plantear que, en el aparente pragmatismo del joven dictador
Kim Jong-un decida negociar para lograr respaldo económico y perpetuidad en el
poder. Ahora bien, en el caso de Irán, para el Ayatolá Ali Jamenei la situación
se presenta más compleja, tanto por el radicalismo de su discurso, como por la
disposición de Israel a realizar acciones militares contundentes, lo acaba de
hacer de nuevo en Siria.
Evidentemente reina la
incertidumbre, a la que debemos sumar, entre otros, una Unión Europea débil por
la salida de la Gran Bretaña (Brexit), con un creciente euroescepticismo que
seguramente obstaculizará los esfuerzos del Presidente de Francia para
fortalecer el bloque. Por otra
parte, China crece como potencia, pero aún con serías debilidades
estructurales, en particular en el plano militar. Rusia juega al
desorden y carece de credibilidad y, el resto de los BRICS enfrentando serias
dificultades internas.
En este contexto geopolítico tan complejo, con un Trump fortalecido y
unas potencias alternativas débiles, pragmáticas y negociantes, la situación se
presenta más acuciante para el proceso bolivariano, que busca una potencia
mecenas y se mantiene arrogante frente a la comunidad internacional, en particular,
contra “el imperio”, rechazando cualquier negociación seria y desafiante con
acciones agresivas e inconstitucionales, como la instalación de una asamblea
nacional constituyente, que se presenta como supraconstitucional y la
convocatoria adelantada de un fraude electoral.
Para decepción de los radicales e ingenuos lo cierto es que el imperio, en el corto plazo, se está
fortaleciendo y tiene en su agenda como un problema la revolución bolivariana,
pues en efecto está afectando la seguridad del hemisferio.
Prof FACES/ARIG/ EEI*
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