Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global
Felix Arellano *
El desastre del populismo
autoritario en nuestra región, en particular la lamentable experiencia
bolivariana en todos los ámbitos, está
resultando un serio reto para la política, tanto de izquierda, como liberal.
La izquierda, que no logra una distancia conceptual contundente con estas
experiencias, pareciera jugar a cómplice oportunista; para el liberalismo, el
reto pude venir por insensibilidad social o su dificultad para sintonizar con
las necesidades y el desosiego popular, situaciones que el populismo logra
manipular magistralmente.
Los recientes procesos
electorales en Colombia y México representan una clara evidencia de los retos
que se están enfrentando. Ahora bien, ni es fácil aprender de experiencia
ajena, ni resulta sencillo para los más necesitados comprender la perversidad del
discurso populista, que les
promete castillos, pero los quiere mantener pobres para controlarlos. En
este contexto, resulta fundamental difundir en profundidad y por diversos
medios la magnitud del desastre, para prevenir que los graves resultados se
repitan.
Conviene
destacar que un elemento fundamental de la estrategia populista es el discurso
oportunista, que cautiva ingenuos y necesitados; luego, la tarea es ideologizar
y fanatizar. El discurso populista tiende a resultar atractivo,
constituye un sincretismo que mezcla diversos temas que estimulan en particular
el nacionalismo, una manipulación orientada a exacerbar el espíritu tribal,
estimulando pasiones sin mayor racionalidad. Se prometen soluciones inmediatas,
casi mágicas, para problemas complejos, sin reconocer debilidades, ni errores;
ni crear consciencia de los sacrificios que suponen las soluciones, es decir,
los cambios reales y profundos.
Desde las visiones extremas
las soluciones se presentan radicales, para el populismo autoritario de izquierda el camino es destruir la
riqueza, empobrecer la población y controlarla. El liberalismo
radical se concentra en las soluciones al capital, menospreciando las
necesidades humanas.
En nuestra reciente
experiencia regional un elemento importante ha sido la combinación del
incremento de los precios del petróleo y el despilfarro y colosal corrupción
del proceso bolivariano que, para expandir su proyecto, promover el culto al
líder y conformar un entorno favorable, facilitó recursos a los aliados para
desarrollar políticas populistas de asistencialismo manipulador. Las dádivas que resuelven algún problema
inmediato, compran consciencias y fortalecen las cuentas bancarias de la
camarilla en el poder; empero, no resuelven los problemas estructurales, por el
contrario, los agravan.
Con
el control social, de los medios de comunicación y de las instituciones en
general, se va avanzando en la permanencia en el poder;
primero con elecciones, donde buena parte de la población motivada por las
falsas promesas manipuladoras votaba con esperanzas; luego, cuando se va
imponiendo la realidad de la pobreza y la destrucción y el respaldo se
desvanece, se inicia la fase más autoritaria, que conlleva, entre otros, la
violación de los derechos humanos, la destrucción de la institucionalidad
democrática y, con ella, las elección fraudulentas, el show para promover la
legitimidad de origen.
Frente a la dramática
realidad que genera el populismo autoritario, ni la política, ni los políticos
pueden resultar indiferentes. En este contexto, resulta lamentable la actuación contradictoria del gobierno de izquierda
del Frente Amplio en Uruguay. Una izquierda civilizada que está promoviendo el
progreso económico con bienestar social en su país, pero ambiguo frente a la
crisis venezolana, si bien finalmente apoyó la aplicación de la Cláusula
Democrática del Mercosur, suspendiendo al proceso bolivariano; empero, se
excluye del Grupo de Lima y se abstiene en las recientes votaciones de la OEA.
Por otra parte, se presentan
poco confiables los sutiles distanciamientos de la izquierda mexicana y
colombiana ante las graves situaciones de Venezuela, Nicaragua y la dictadura
cubana. En ambos países la situación es delicada, pero también resulta
peligrosa para muchos otros países de la región, pues los niveles de pobreza y
marginalidad que afectan buena parte de la población; la tornan presa fácil
para el falso discurso manipulador. El pobre busca soluciones inmediatas, el
populista está preparado para ofrecer pan para hoy, sujeto al control y la
manipulación y hambre para mañana
*Prof FACES / ARIG
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