Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de
docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales
y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre
distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores
de Venezuela que combina lo interméstico y global
Lucía Galeno *
A partir de las experiencias del
pasado reciente, cuando a finales de los años ´80 y principios de los `90, el continente
experimentó los últimos episodios de las intervenciones armadas estadounidenses,
iniciadas a principios del siglo XX, existe un tajante rechazo y desconfianza
de los gobiernos y, en general, de la comunidad latinoamericana y caribeña ante
cualquier posibilidad de intervención extranjera en la región. El fenecer de la
Guerra Fría, aún evoca los malos recuerdos de Granada (1983), Panamá (1989) y
Haití (1994).
Podría decirse que todos aquellos eran
gobiernos no democráticos, por lo que la intervención foránea contribuyó a la
transición hacia lo constitucional. No obstante, el sólo hecho de pensar en la
ocupación momentánea del suelo patrio por fuerzas extranjeras, convierte la
acción en algo indeseable por la mayoría, dados los estragos propios de una operación
de este tipo, en la que predomina el uso de la fuerza.
En el actual orden internacional,
pese a la existencia de gobiernos dictatoriales, forajidos, violatorios de los
DDHH y que constituyen verdaderas amenazas a la paz y estabilidad mundial, las
intervenciones armadas están cada vez más lejos de ser una opción para la
solución de conflictos y crisis que aquejan a los países y sus relaciones. En
la lenta pero sostenida evolución del Sistema Internacional, una intervención
militar resulta cada vez más costosa, tanto desde el punto de vista económico
como político.
Si bien, siguen ocurriendo
intervenciones de este carácter, son cada vez más esporádicas y resultante de
condiciones muy específicas en las que la seguridad internacional pareciera
estar comprometida, como por ejemplo, las intervenciones en países cuyos
gobiernos se les ha vinculado con el terrorismo. Siendo así, aunque, no se
requiere de un consenso para la puesta en práctica de una intervención militar,
ésta debe, por lo menos, no presentar mayor oposición real a su ejecución. Por
el contrario, ahora se inscribe en el rango de acciones conjuntas, institucionales,
tendientes a defender y preservar el sistema democrático y la estabilidad
regional o mundial.
Lo interesante viene a ser el papel
que juega la posibilidad de una intervención armada, por más remota que sea, en
el discurso y política de defensa de los gobiernos autoritarios, trasgresores
de las normas internacionales. Sin ningún tapujo, manipulan con la idea o
amenaza de una intromisión extranjera en sus asuntos “internos y soberanos”,
para no permitir que los factores reguladores pertenecientes a la institucionalidad
y comunidad internacional participen en la denuncia, investigación y
esclarecimiento de aquellos casos en los que se advierte, se están violando las
normas del ordenamiento jurídico supranacional y se procure su cumplimiento.
Todo lo contrario, se escudan en la supuesta intervención para impedir a toda
costa ser supervisados y sancionados.
De acuerdo a lo anterior, en una
sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, éste señala que
“El principio de no intervención supone el derecho de todo Estado soberano de
llevar sus asuntos sin interferencia exterior”, pero también aclara que: “La
intervención prohibida debe recaer sobre materias respecto de las cuales cada
Estado puede, por el principio de soberanía del Estado, decidir libremente. La
intervención es ilícita cuando son usados métodos de coerción respecto de tales
elecciones, las cuales deben permanecer libres”. Es decir, el principio de no intervención, no escuda el incumplimiento
por parte de gobiernos de los DDHH, ni el impedir a la población el libre
ejercicio de sus derechos y deberes.
En este sentido, pareciera que la
constante y vociferante denuncia de intervención militar extranjera por algunos
regímenes sirve más a los propósitos de quien, en teoría, la padecería, en su
afán por evitar ser auditados y a la vez lograr cierta cohesión a su alrededor,
que a los intereses reales de quienes, en el papel, serían los ejecutores.
Profa. Cátedra de Historia, EEI-UCV
Llegada de los marines
estadounidenses en el aeropuerto de Puerto Príncipe, Haití, 1994.
Fuente: Getty Images
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