Johanna Pérez Daza *
Espacio
de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e
investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales
de la UCV. Opiniones, comentarios y
reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las
relaciones exteriores de Venezuela que
combina lo interméstico y global
La
búsqueda de inmediatez y primicia por encima de cualquier criterio de
comprobación y verificación afecta no solo al periodismo y los sistemas informativos,
sino que parece ser virus de rápida y extensa propagación en el ámbito
internacional donde se privilegian aspectos superficiales y llamativos,
mientras se sacrifican en el altar de la sociedad contemporánea (líquida, red,
del espectáculo, de la información) valores, principios y preceptos (veracidad,
objetividad, pluralidad, diversidad…) que hasta hace poco eran enaltecidos y
procurados, al menos como utopía y anhelo.
Con facilidad caemos en trampas y provocaciones conducidos
por la soberbia ciega de quienes creen que acaban de inventar la rueda o la
palanca, sin detenerse a contemplar su presencia y funcionalidad pretéritas.
Las tentaciones son múltiples, creemos, por ejemplo, que determinada
terminología –generalmente rebuscada y ostentosa- acaba de salir del horno y se
adapta a nuestras necesidades expresivas por lo que las adoptamos y nos
apropiamos de ella, sin profundidad ni perspicacia. Tal es el caso de términos
como postverdad y noticias falsas (fake news), los cuales han ganado relevancia
en los últimos años, aunque algunos consideremos que son neologismos usados
para referirnos a viejos conceptos como la mentira, la tergiversación, el
falseamiento de datos y la confusión informativa inducida y estratégicamente
orquestada.
La postverdad llegó incluso a convertirse, en 2016, en la
palabra del año según el 'Diccionario Oxford' asociándose con acontecimientos
como el 'Brexit', la victoria de Donald
Trump y otros sucesos donde la incidencia de las emociones en la opinión
pública sobrepasan las expectativas lógicas.
Desde el ámbito informativo, el escenario internacional se
caracteriza por tensiones y choque de intereses que devienen, frecuentemente,
en enfrentamiento entre distintos actores. Los medios de comunicación no son la
excepción. En este sentido, recientemente El Washington Post se dedicó a la
tarea de cuantificar las mentiras dichas por el presidente estadounidense. El
estudio concluyó que 78% de las cosas que dice Trump son falsas, con un
promedio de 4,6 mentiras al día.
A partir de estas y otras confrontaciones el presidente
Trump ha decidido valerse de sus propios recursos para librar la que ha sido
calificada como su primera guerra “contra los medios” creando plataformas y
medios para transmitir sus propias noticias, este es el caso de un informativo
para Internet lanzado en agosto de 2017 para combatir a los medios
tradicionales y sus “noticias falsas” y que ha sido bautizado por la prensa
estadounidense como “Trump TV”. El polémico noticiero ha sido comparado con las
estrategias propagandísticas de Corea del Norte. Como en otros casos, todo
depende desde dónde y cómo se mire.
En países como el nuestro proliferan informaciones sobre
triunfos electorales, versiones contrapuestas sobre las libertades
fundamentales, la democracia y los derechos humanos, entre otros temas que han
sido especialmente tratados para generar desinformación y confusión en la
opinión pública doméstica e internacional. Los métodos se reinventan y
actualizan, haciendo necesario alertar a los ciudadanos, prevenirles y
exhortarlos a dudar, confrontar y contrastar, como acciones imprescindibles en
la sociedad actual
*Profa FACES / ARIG
@PerezDaza.
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