Espacio
de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e
investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales
de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de
la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que
combina lo interméstico y global
Felix Arellano *
El gobierno bolivariano, con su ceguera, soberbia ideológica y visión
vertical militarista, ha manipulado la negociación para ganar tiempo, pero el
tiempo se le ha agotado.
La grave situación que enfrentamos en
Venezuela está resultando una prueba de fuego para varias visiones relevantes
en las relaciones internacionales, como la clásica geopolítica o el realismo
del poder, los nuevos paradigmas e incluso para la racionalidad política y la
sensatez humana y, no en todos los casos, los resultados se presentan
positivos.
Ubicados en el ámbito de la geopolítica
clásica, podemos observar que, tanto el gobierno bolivariano, como algunos
miembros de la oposición democrática han anunciado la irrupción del poder
hegemónico, particularmente de los Estados Unidos, para lograr el control de la
situación, entre otros, por el “enorme tesoro que está en juego”, la monumental
riqueza petrolera y otros recursos estratégicos del país. Ahora bien, los
hechos no han acompañado esta visión. Por una parte, en el periodo del
Presidente Obama las intervenciones militares no era la práctica cotidiana de
su política exterior, todo lo contrario, fue un periodo que privilegió el
diálogo, la negociación y la diplomacia multilateral. Para algunos incluso
resultó muy permisivo en el caso venezolano. En estos momentos, bajo la
administración de Donald Trump, nuestra región no se presenta prioritaria y la
atención se concentra en temas de la agenda interna y de grave efecto
estratégico como Corea del Norte.
Otro elemento que reduce las
posibilidades de esta visión geopolítica tiene que ver con la frágil
importancia del “botín”, pareciera que el petróleo está perdiendo la
importancia estratégica del pasado, nuevas fuentes rentables y menos
contaminantes están apareciendo en escena; además, el grave deterioro técnico y
tecnológico de PDVSA la convierte más en una carga, que en un premio. El
gobierno bolivariano insiste en la amenaza externa por su incapacidad creativa,
siguiendo un viejo y anacrónico discurso, de corte nacionalista y estimulador
de emociones, pero carente de vigencia. Esto no significa que la tesis de la
geopolítica clásica haya desaparecido, solo que el caso venezolano es más
complejo que la vieja simplificación del poder.
Por otra parte, el caso venezolano
también representa un reto para los nuevos paradigmas en las relaciones
internacionales, como las tesis del derecho humanitario y los derechos humanos,
o las tesis de la defensa de la democracia y la propia democratización de la
dinámica mundial. En este caso, la situación que apreciamos también resulta
compleja; por una parte, el caso venezolano estimula el perfeccionamiento de
estas nuevas tendencias, las ha estimulado y agitado. Por otra parte, también
ha permitido apreciar sus debilidades, pues las clausulas democráticas como la
del Mercosur o de la OEA, no se han podido aplicar y se ha mantenido la clásica
dominación del poder soberano, mediante las votaciones, donde la compra de
consciencias y de votos prevalece.
Pero frente a las nuevas corrientes en
las relaciones internacionales, el reto venezolano obliga a mantener la
atención permanente en el tema, más en estos momentos cuando la existencia de
la democracia está en juego, de tal forma que los gobiernos democráticos del
mundo se deben convertir en críticos permanentes de la actuación del gobierno
bolivariano. Adicionalmente, se debería promover la reforma de los
instrumentos, como las clausulas democráticas, para asignar mayor relevancia y participación
a la sociedad civil, que tiende a enfrentar los peores efectos en la crisis de
gobernabilidad.
Adicionalmente, el caso venezolano está
representando una prueba de fuego para la racionalidad política, pues sorprende
como un movimiento político, que llegó a ser importante numéricamente, como el
chavismo, se deja manipular como borrego, perdiendo las oportunidades que para
el futuro de los liderazgos locales, puede permitir el funcionamiento eficiente
de la democracia. Los regímenes autoritarios solo benefician, mientras duran,
al tirano, pues sus aliados pueden resultar útiles en un momento e
inconvenientes en otros.
En un sistema democrático eficiente
todos tenemos derecho a utilizar las instituciones en nuestra defensa.
Pareciera que todo el chavismo, por reducido que se encuentre, se resigna a morir
como movimiento político, en la democracia eso no ocurre, como se puede
apreciar en Argentina, donde la Sra. Cristina Kirchner, no obstante la larga
lista de expedientes en investigación, aspira ser electa senadora y controlar
su partido.
También el caso venezolano está
representando una prueba de fuego para la sensatez política humana, pues
pareciera que el radicalismo se transforma en ceguera ideológica absoluta,
impidiendo la capacidad de pensar y de entender que diálogo y negociación son
componentes fundamentales de la política y fundamentos básicos del juego
democrático, naturalmente requieren de organización y disciplina. El gobierno
bolivariano, con su ceguera, soberbia ideológica y visión vertical militarista,
ha manipulado la negociación para ganar tiempo, pero el tiempo se le ha
agotado. Para la oposición, en su diversidad, la organización y disciplina que
requiere la negociación, no resulta fácil. Adicionalmente, algunos grupos
tienden a manipular el tema de la negociación como parte del juego por espacios
y liderazgos políticos.
Creo que todos podríamos estar
conscientes que el país está destruido y que más sangre de gente joven es una
aberración, el diálogo y la negociación para mantener y perfeccionar la
democracia, que nos puede beneficiar a todos, es el camino sensato, humano y
necesario.
Profesor FACES/ARIG
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