Espacio de
reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores
vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV.
---- Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda
internacional y de las relaciones exteriores
de Venezuela que combina lo interméstico y global.
Johanna Perez Daza*
Me
duelen los ojos. Los cierro y aprieto, intentando contener las lágrimas. No
puedo. Se escapan y bajan por mis mejillas en una caricia lenta y suave que no
me consuela. He visto tanto, el dolor salta de la imagen y me traspasa. Deja su
quietud para taladrar mis entrañas. ¿Cuánto he visto? ¿Cuánto falta por
ver?
Evito sensacionalismos, me escurro de la insensibilidad. Trato, pero es
en vano. Sigo mirando. Una imagen y otra. Tragedia y sangre. La foto de un
joven tendido en el piso, su pecho abierto y una sonrisa quieta modelando su
rostro.
Sobre una moto otro se va desangrando. Gritan los compañeros, los de muchos
años y los de pocos instantes. Llora la madre. Llora el país. Una foto más.
Era músico, violinista. Mi hija canta y aprende a tocar flauta. Las
fotos se confunden en mi cabeza, se mezclan, pululan y engendra nuevas
imágenes. Me duelen los ojos, no quisiera ver todo lo que he visto.
Cientos de velas retan la noche. Fragmentos de fuego espantan la
oscuridad. Hay frío. Un altar y algunas flores. Fotos con los rostros de los
caídos. Son tantos. Son tan jóvenes.
Me detengo en una imagen: camisa beige, insignia escolar. Sonríe.
Identifico el lugar. He estado ahí. Mi hija lo recorre a diario. Es el mismo
colegio. Se me hiela la sangre. Lloro. Sigue oscuro, aún no amanece, las
imágenes se enmarañan. Pensamientos, hechos, temores e imaginación ¿dónde
terminan? ¿qué los separa?
Empezaba estudios en la universidad. ¿Me toparé con su puesto vacío?
¿Acaso estuvo en esta aula? ¿Coincidiríamos en el pasillo de ingeniería o
atravesando Tierra de Nadie? Una punzada directa, certera y aguda. Me duelen
los ojos, pero no puedo dejar de mirar. Arden, queman, pican y todavía no se
esparce todo el gas.
¿Qué cambia una foto? Me cambia a mí. ¿Transforma algo? Transforma mi
interior, trastoca mi intimidad, devela mis sentimientos. Me duelen los ojos
pero más me duele el pecho, se me quiebra el alma, se me encoge el corazón.
¿Para qué hacerlas? Son fotos crueles. Más cruel es la realidad que las
genera.
¿Y si cierro los ojos? La realidad seguirá allí, su existencia es
independiente de mi mirar.
¿Otro disparo? Si. ¿Fue un fusil o una cámara? ¿Te das cuentas que las
dos son armas?
La fotografía me interpela, me ofrece más preguntas que respuestas
¿cuántas atrocidades caben en una toma? ¿con qué lente se trabaja la esperanza?
¿a qué distancia me sitúo? ¿desde qué ángulo se confronta al poder? ¿cuánto más
debo mirar?
Otra más. Uno más. ¿para qué contarlos? Son cifras, son vidas. Imágenes
de la ausencia y la represión, violencia y fatalidad. ¿capturan la muerte o el
último instante de la vida?
Bombas, balas… ¿metras? ¿con las qué jugábamos? Si, quienes dispararon
también jugaron con ellas. ¿Está mal voltear la mirada de vez en cuando? Hay
momentos en los que no quiero mirar. ¿cuántos muertos se añadirán mientras
cierro los ojos? Recuerdo: nada tienen que ver con mi mirar.
20, 17, 19, 34, 21, 47, 23… años. Pernalete, Cañizales, Arellano, Carlos,
Paola, Danny, Paúl, Almelina, Neomar… hijos, hermanos, padres. Estudiantes,
oficiales, comerciantes. Números y nombres, filiaciones y ocupaciones. Conforman
un retrato. Diferentes planos, composiciones y encuadres para enfocar una
escena continuada que gangrena la piel del país. Me
duelen los ojos, creo que también van a sangrar.
¿Álbum o galería? No importa. Hay de todo y para todos.
La foto punitiva que identifica y
criminaliza. Prueba y evidencia. La imagen que culpa e incrimina.
La
foto espectáculo que se viraliza y nos confunde. Perdemos el foco, nos
distraemos en ella y caemos en la trampa.
La
foto tentadora para la que todos posan. El show al que nadie se resiste. La
seducción de mostrar, aparecer y exhibirse.
La
foto emocional que conmueve, sin informar. Imprecisa y descontextualizada,
apela a nuestros imaginarios y significaciones culturales.
La
foto censurada que por prohibida será más llamativa, buscada y divulgada por
vías alternas teniendo mayor alcance y promoción.
La
foto fabricada, sigilosamente estructurada. Intencionada y maliciosa se desliza
sin pudor, despojada de escrúpulos y principios. En ella, el fin justifica –y
construye- los medios.
¿Memoria
o saturación visual? No importa. Hay de
todo y para todos.
Me
duelen los ojos. Ya no importa. Es peor el dolor en mi alma.
Foto: Gabriel Osorio / Caracas 2017
*Profa ININCO / ARIG
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