Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global
Johanna Pérez Daza*
Desde México me preguntan, vía redes sociales, cómo saber lo qué ocurre en mi
país. En plena era digital enmarcada en la Sociedad Red, esta preocupación
debería estar de más, entendiendo que la información se comporta como un bien
sin fronteras, ubicuo y accesible. Sin embargo, la aldea global avizorada por
McLuhan nos presenta desafíos vinculados al poder y sus ramificaciones, como
las añejas discusiones sobre quién controla los medios de comunicación y quién
impide la divulgación y libre circulación de la información. En este escenario,
informar e informarse no es tarea sencilla, especialmente en escenarios tan
complejos como los que vivimos en Venezuela, donde diariamente se reafirma la
premisa: información es poder.
La crisis
económica, política y social que atravesamos tiene, entre otras, una arista
mediática y comunicacional que incide en la opinión pública doméstica e
internacional. Más allá de los marcos institucionales existentes y activados
(la comunidad internacional, los organismos multilaterales, los mecanismos de
integración y cooperación regional) los ciudadanos de otros países también
demandan información veraz y oportuna sobre los acontecimientos que afectan a
otras naciones, especialmente aquellas a las que los unen nexos históricos,
geográficos y culturales. La mirada de quienes desde otras latitudes
buscan estar informados sobre el país incluye también a los venezolanos que han
emigrado y les urge conocer lo qué afecta a sus familiares y amigos.
Ahora bien,
dónde recurrir para encontrar estos insumos informativos que permitan formarse
una opinión argumentada es un reto ante los numerosos vicios y deformaciones
que cercenan la libertad de expresión dentro y fuera del país, entre los cuales
encontramos presiones a los medios de comunicación, desinformación e
infoxicación, autocesura, bloqueo de sitios web, agresiones y violencia contra
periodistas, reporteros gráficos y trabajadores de la prensa, así como
una agresiva estrategia comunicacional gubernamental que busca copar el paisaje
mediático con contenidos propagandísticos, programación gubernamental, bots y
laboratorios de información.
Ante esto las
redes sociales y los medios digitales se visualizan como opciones,
convirtiéndose en la bitácora donde los usuarios registran y denuncian, recogen
y buscan información, siendo una ventana donde mirar y mirarnos. En este
sentido, cada timeline es una suerte de medio que permite
seguir los acontecimientos, especialmente desde el exterior donde no hay
contacto directo con la realidad real que se proyecta al ciberespacio del cual
es extensión, pues el país virtual se alimenta de la cotidianidad, los
problemas y demandas de un importante sector de la población venezolana. Aunque
no hay que obviar los riesgos, trampas y excesos que esto conlleva.
No obstante, y pese a su impacto, esta dinámica debe
ser ponderada con equilibrio y sensatez, cautelosos ante posiciones extremas
que reducen el país a la realidad virtual, olvidando que casi una mitad de la
población venezolana no tiene acceso a Internet, mientras que la otra mitad
cuenta con conectividad de baja calidad y alto costo, con una de las
velocidades de conexión más lentas del continente y la amenaza latente de
regulación y control. Vale preguntarnos, ya sin ingenuidades, si esto es casual
¿A quién conviene entorpecer y limitar
el acceso a la información desde y sobre Venezuela? Son aspectos centrales que
deben tener en cuenta quienes desde el exterior buscan información.
La
preocupación y solidaridad internacional expresada por distintos países y
organismos requiere ser complementada con la difusión de informaciones que
muestren la grave crisis que atraviesa el país y que tiende a agudizarse con
las recientes agresiones a las manifestaciones y marchas de oposición,
violaciones de derechos humanos y restricciones a la democracia que arrecian en
un país que histórica y tradicionalmente ha dado sus manos a otros y hoy
extiende las propias mientras sigue su lucha interna, desde distintos roles y
responsabilidades.
A mi amigo en
México le explico -breve y limitadamente- este panorama, le sugiero seguir
algunas cuentas en redes sociales, intento aclararle algunos puntos que desde
afuera parecen insólitos e incomprensibles, le alerto sobre los sesgos y
termino pidiéndole que su preocupación se materialice en divulgación, en
compartir imágenes y noticias que puedan sumar otras voces en el contexto
internacional. Le agradezco su interés y quedo convencida que la solidaridad
también puede ser informativa.
*Profesora FACES/ ARIG-RRII
@PerezDaza
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