miércoles, 1 de julio de 2020

ARIGlobal: Desafíos del pensamiento de las relaciones económicas internacionales de Venezuela para el siglo XXI


Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV.  Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global
Alfredo Ordóñez López

El desafío del pensamiento económico venezolano a inicios de siglo XX se vio nutrido por el positivismo. La alineación de lo que sería un Nuevo Orden Económico Internacional finalizada la II Guerra Mundial, trajo consigo la conformación de un nuevo enfoque estructuralista[1] promovido en la región latinoamericana de la mano de intelectuales de la Cepal, liderados por Raúl Prebish.   
La particularidad de la economía venezolana por su condición petrolera, obligó a los intelectuales venezolanos a preocuparse por una variable mucho más compleja que la asimetría del comercio internacional, y es que los grandes ingresos por concepto de renta petrolera traerían consigo una serie de problemas macroeconómicos que incidieran profundamente en el desarrollo económico del país, como lo son la distribución de la riqueza y los niveles de precio nominal que afectaban el consumo interno.    
Ese paradigma de desarrollo restringido, se ha podido visualizar en los aportes de Alberto Adriani en la Venezuela agroexportadora; José Mayobre sobre el ahorro; Arturo Uslar Pietri en sembrar el petróleo; Héctor Malavé Mata y el antidesarrollo; Maza Zavala con su idea del “no desarrollo”; Armando Córdova y las relaciones de dependencia; y Asdrúbal Baptista con la acumulación capitalista-rentística.
De allí que el pensamiento económico nacional consideró el ideal de un crecimiento sin desarrollo para la Venezuela petrolera. El siglo XX para el país reposo en una institucionalidad que actuaba en base a un proceso de producción local relativamente reducido para un mercado interno, y expuesto a la alta variabilidad de precios relativos, lo que condicionaba la posibilidad de acceder a una producción externa más competitiva por razones de economía de escala y de aprovechamiento tecnológico.
El problema principal para las instituciones económicas de Venezuela del siglo XX era la distribución de la renta y el control del comportamiento de los sectores industriales que tienen un vínculo causal en el sistema macroeconómico. La institucionalidad venezolana ha nacido en la concepción del mantenimiento del orden de los procesos económicos y del orden social en procura del interés colectivo, con la posibilidad de ser modificadas, intervenidas o favorecidas.
La economía venezolana, durante los dos últimos tercios del siglo XX, siguió un régimen económico-político muy cercano al “Capitalismo de Estado”. A partir de la inserción en la corriente capitalista industrial internacional con la actividad de explotación y exportación de petróleo, así como el establecimiento de un marco regulatorio establecido en la Constitución de 1961, al establecer bajo el control del Estado las empresas capital-intensivas, alinean que el motor de la dinámica económica y del desarrollo queda sometida a la “Gerencia Pública” orientada por el ideal de la siembra del petróleo[2].
Sin embargo, esta filosofía dependentista, rentista e importador de tecnología, ha perdido su vigencia y por ende la incapacidad de las instituciones del Estado para atender la realidad económica de inicios del Siglo XXI. El mantenimiento de enfoques económicos de mediados de siglo XX ha generado en la economía petrolea una agudización del sistema productivo nacional en virtud del deterioro en la estructura institucional gubernamental, el aumento de la pobreza, el desempleo y subempleo, incapacidad de control de los niveles de inflación, un déficit fiscal creciente, desplome de la inversión privada, y un resurgimiento del militarismo como efecto de control y poder.  
Por ejemplo, la última década del siglo XX para Venezuela se caracterizó por una reforma general tanto en la planificación política como en el desarrollo de su política exterior. Dado los precios bajos del precio del petróleo en el mercado internacional, PDVSA inició una estrategia  de aumentar su producción de crudo a una capacidad de 4 millones de barriles diarios, y por el otro, internacionalizar la industria con el objeto los sistemas de producción, distribución y comercialización, así como la búsqueda de asociaciones estratégicas para producir en la faja petrolífera del Orinoco, explotar gas natural costa afuera y sociedades para el desarrollo de la Orimulsión. Sin embargo, los planes de internacionalización de la industria y el proyecto de Orimulsión no llegaron a mantenerse para inicios del siglo XXI.
Luego de que Venezuela tuviera una alianza estratégica de cooperación con los Estados Unidos de América (EE.UU), Colombia, México, Centro América y el Caribe durante casi todo el siglo XX, y un reconocimiento internacional de su apego al ideal democrático con la implementación de la Doctrina Betancourt en 1958 y el rol del país en la región dentro de la Comunidad Andina de Naciones y el Grupo de los 3 (México, Colombia, Venezuela), en las elecciones presidenciales del año 1999, es electo presidente de la República de Venezuela el T/C Hugo Chávez quien buscaría nuevas alianzas con miras al hemisferio oriental y países con sistemas de gobiernos concebidos ideológicamente como antiimperialistas, conformó un régimen sustentado en la administración bolivariana retomando el pensamiento y enfoques teóricos sobre el imperialismo y asimetría de mediado de siglo XX.  
La Venezuela del siglo XXI enfrenta un nuevo orden económico global en virtud de los grandes avances científicos y tecnológicos que evolucionó en una nueva Sociedad de la Información. Venezuela recibe el siglo XXI atrapado en una economía rentista petrolera sin capacidad de diversificar su sistema de producción, afectando severamente su articulación externa en un escenario internacional menos dependiente de la energía fósil.
Por lo tanto, el principal desafío que tiene el país es generar un cambio paradigmático del pensamiento económico de mediados de siglo XX que se mantiene en sus instituciones. De ahí el papel fundamental de la academia, el sector empresarial y las instituciones del Estado en trabajar conforme a una gestión del conocimiento que permita la generación de Investigación y Desarrollo (I&D) que incida en la productividad de la población, lo que generará una causación circular positiva hacia la industrialización y mejoras en la competitividad en el sistema internacional.
 Más que generar una nueva consigna, se trata de promover una nueva visión de la gestión del conocimiento como variable fundamental para el desarrollo de la economía venezolana, apoyado en la eficiencia tecno-económica para alcanzar un mejor índice de potencial tecnológico nacional[3]. No se trata de abandonar la industria petrolera, ni mucho menos sustituirla como industria para la economía venezolana, se debe complementar estrategias asociadas a renovar lo que en algún momento logró darse de forma natural en la historia económica venezolana, y es la generación de conocimiento y transferencia tecnológica como estrategia para lograr un mejor nivel de competitividad.
Profesor de la UCV
Postgrado en Economía Internacional y de ARIG

Notas:   
1.   Ante del enfoque estructuralista en lo económico, el positivismo en Venezuela se asume como una corriente del pensamiento desde 1860, tuvo como principales representantes a Pedro Manual Arcaya, César Zumeta, Laureano Vallenilla Lanz y José Gil Fortoul. En los escritos vinculados con la historia y la sociología prevalecen aspectos que serán distintivos de la corriente del pensamiento tales como las preocupaciones por: la raza, el medio ambiente, el progreso, la presencia de un caudillo, como centro del poder que controle los designios de la nación. Este último aspecto se recuerda la tesis planteada por Vallenilla Lanz y refrendada por los acólitos de la dictadura de Juan Vicente Gómez, sobre el gendarme necesario para conducir los destinos de la nación.  
2.   Ver Angel García, Sary Levy y Luis Mata Mollejas. Capitulo IX: Retos de política. En  Luis Mata Mollejas (Coord). Venezuela, Macrodinámica y Política, p. 297.
3.  Ver: Luis Mata Mollejas. Estrategias de la Ira. Fundación Alberto Adriani, 2014









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