Espacio de reflexión sobre la realidad internacional
a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones
internacionales y globales de la UCV.
Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda
internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo
interméstico y global
Alfredo
Ordóñez López
El desafío del pensamiento económico venezolano a inicios
de siglo XX se vio nutrido por el positivismo. La alineación de lo que sería un
Nuevo Orden Económico Internacional finalizada la II Guerra Mundial, trajo
consigo la conformación de un nuevo enfoque estructuralista[1]
promovido en la región latinoamericana de la mano de intelectuales de la Cepal,
liderados por Raúl Prebish.
La particularidad de la economía venezolana por su
condición petrolera, obligó a los intelectuales venezolanos a preocuparse por
una variable mucho más compleja que la asimetría del comercio internacional, y
es que los grandes ingresos por concepto de renta petrolera traerían consigo
una serie de problemas macroeconómicos que incidieran profundamente en el
desarrollo económico del país, como lo son la distribución de la riqueza y los
niveles de precio nominal que afectaban el consumo interno.
Ese paradigma
de desarrollo restringido, se ha podido visualizar en los aportes de Alberto
Adriani en la Venezuela agroexportadora; José Mayobre sobre el ahorro; Arturo
Uslar Pietri en sembrar el petróleo; Héctor Malavé Mata y el antidesarrollo; Maza Zavala
con su idea del “no desarrollo”; Armando Córdova y las relaciones de
dependencia; y Asdrúbal Baptista con la acumulación capitalista-rentística.
De allí que el pensamiento económico nacional consideró
el ideal de un crecimiento sin
desarrollo para la Venezuela petrolera. El siglo XX para el país reposo en una
institucionalidad que actuaba en base a un proceso de producción local
relativamente reducido para un mercado interno, y expuesto a la alta
variabilidad de precios relativos, lo que condicionaba la posibilidad de
acceder a una producción externa más competitiva por razones de economía de
escala y de aprovechamiento tecnológico.
El
problema principal para las instituciones económicas de Venezuela del siglo XX
era la distribución de la renta y el control del comportamiento de los sectores
industriales que tienen un vínculo causal en el sistema macroeconómico. La
institucionalidad venezolana ha nacido en la concepción del mantenimiento del
orden de los procesos económicos y del orden social en procura del interés
colectivo, con la posibilidad de ser modificadas, intervenidas o favorecidas.
La economía venezolana, durante los dos
últimos tercios del siglo XX, siguió un régimen económico-político muy cercano
al “Capitalismo de Estado”. A partir de la inserción en la corriente
capitalista industrial internacional con la actividad de explotación y
exportación de petróleo, así como el establecimiento de un marco regulatorio
establecido en la Constitución de 1961, al establecer bajo el control del
Estado las empresas capital-intensivas, alinean que el motor de la dinámica
económica y del desarrollo queda sometida a la “Gerencia Pública” orientada por
el ideal de la siembra del petróleo[2].
Sin embargo, esta filosofía dependentista,
rentista e importador de tecnología, ha perdido su vigencia y por ende la
incapacidad de las instituciones del Estado para atender la realidad económica
de inicios del Siglo XXI. El mantenimiento de enfoques económicos de mediados
de siglo XX ha generado en la economía petrolea una agudización del sistema
productivo nacional en virtud del deterioro en la estructura institucional
gubernamental, el aumento de la pobreza, el desempleo y subempleo, incapacidad
de control de los niveles de inflación, un déficit fiscal creciente, desplome
de la inversión privada, y un resurgimiento del militarismo como efecto de
control y poder.
Por ejemplo, la última década del siglo XX para
Venezuela se caracterizó por una reforma general tanto en la planificación
política como en el desarrollo de su política exterior. Dado los precios bajos
del precio del petróleo en el mercado internacional, PDVSA inició una
estrategia de aumentar su producción de crudo
a una capacidad de 4 millones de barriles diarios, y por el otro,
internacionalizar la industria con el objeto los sistemas de producción,
distribución y comercialización, así como la búsqueda de asociaciones
estratégicas para producir en la faja petrolífera del Orinoco, explotar gas
natural costa afuera y sociedades para el desarrollo de la Orimulsión. Sin
embargo, los planes de internacionalización de la industria y el proyecto de
Orimulsión no llegaron a mantenerse para inicios del siglo XXI.
Luego de que
Venezuela tuviera una alianza estratégica de cooperación con los Estados Unidos
de América (EE.UU), Colombia, México, Centro América y el Caribe durante casi
todo el siglo XX, y un reconocimiento internacional de su apego al ideal
democrático con la implementación de la Doctrina Betancourt en 1958 y el rol
del país en la región dentro de la Comunidad Andina de Naciones y el Grupo de
los 3 (México, Colombia, Venezuela), en las elecciones presidenciales del año
1999, es electo presidente de la República de Venezuela el T/C Hugo Chávez quien
buscaría nuevas alianzas con miras al hemisferio oriental y países con sistemas
de gobiernos concebidos ideológicamente como antiimperialistas, conformó un
régimen sustentado en la administración bolivariana retomando el pensamiento y
enfoques teóricos sobre el imperialismo y asimetría de mediado de siglo
XX.
La
Venezuela del siglo XXI enfrenta un nuevo orden económico global en virtud de
los grandes avances científicos y tecnológicos que evolucionó en una nueva
Sociedad de la Información. Venezuela recibe el siglo XXI atrapado en una
economía rentista petrolera sin capacidad de diversificar su sistema de
producción, afectando severamente su articulación externa en un escenario
internacional menos dependiente de la energía fósil.
Por lo tanto, el principal desafío que
tiene el país es generar un cambio paradigmático del pensamiento económico de
mediados de siglo XX que se mantiene en sus instituciones. De ahí el papel
fundamental de la academia, el sector empresarial y las instituciones del
Estado en trabajar conforme a una gestión del conocimiento que permita la
generación de Investigación y Desarrollo (I&D) que incida en la
productividad de la población, lo que generará una causación circular positiva
hacia la industrialización y mejoras en la competitividad en el sistema
internacional.
Más
que generar una nueva consigna, se trata de promover una nueva visión de la
gestión del conocimiento como variable fundamental para el desarrollo de la
economía venezolana, apoyado en la eficiencia tecno-económica para alcanzar un
mejor índice de potencial tecnológico nacional[3].
No se trata de abandonar la industria petrolera, ni mucho menos sustituirla
como industria para la economía venezolana, se debe complementar estrategias
asociadas a renovar lo que en algún momento logró darse de forma natural en la
historia económica venezolana, y es la generación de conocimiento y
transferencia tecnológica como estrategia para lograr un mejor nivel de
competitividad.
Profesor de la
UCV
Postgrado en
Economía Internacional y de ARIG
Notas:
1. Ante del enfoque estructuralista en lo económico, el positivismo en Venezuela se asume como una corriente del pensamiento desde 1860, tuvo como principales representantes a Pedro Manual Arcaya, César Zumeta, Laureano Vallenilla Lanz y José Gil Fortoul. En los escritos vinculados con la historia y la sociología prevalecen aspectos que serán distintivos de la corriente del pensamiento tales como las preocupaciones por: la raza, el medio ambiente, el progreso, la presencia de un caudillo, como centro del poder que controle los designios de la nación. Este último aspecto se recuerda la tesis planteada por Vallenilla Lanz y refrendada por los acólitos de la dictadura de Juan Vicente Gómez, sobre el gendarme necesario para conducir los destinos de la nación.2. Ver Angel García, Sary Levy y Luis Mata Mollejas. Capitulo IX: Retos de política. En Luis Mata Mollejas (Coord). Venezuela, Macrodinámica y Política, p. 297.
3. Ver: Luis Mata Mollejas. Estrategias de la Ira. Fundación Alberto Adriani, 2014
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