miércoles, 8 de julio de 2020

ARIGlobal:UNA AMBICIOSA RUTA DE LA SEDA


Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales y globales de la UCV.  Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de Venezuela que combina lo interméstico y global

Horacio Arteaga



La ruta de la seda suscita  evocaciones poéticas,  provenientes de una historia milenaria. Fue una red de caminos de comercio, que se extendía por todo el continente asiático  conectando a China con Mongolia, India, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África. Se transportaba  una diversidad de productos siendo la seda china el más prestigioso.

Xi Jinpig, presidente de la República Popular de China, decidió retomar el concepto de la ruta de la seda al lanzar en el 2013 una estrategia de desarrollo global con alrededor de un billón de dólares para construir ferrocarriles, puertos y otras infraestructuras  en  numerosos países, a fin de mejorar la conectividad en una escala transcontinental. Surgió “The Belt and Road Initiative” (BRI) o Iniciativa de la Franja y la Ruta, objetivo fundamental de la política exterior china. “Belt”,  parte terrestre, uniría a China con Asia Central, Rusia, Europa y el Mediterráneo; “Road”, parte marítima, uniría las costas de China con Europa y África.

Un proyecto de tal magnitud ha sido objeto de visiones encontradas. Beijing estaría utilizando sus inversiones para consolidar su estatus como potencia global, desarrollar su capital geopolítico y difundir el yuan por  todo el mundo. La ruta no sería más que una calle de sentido único. Los países participantes podrían contraer enormes deudas  al punto de volverse dependientes de China y perder su soberanía al amparo de la “diplomacia de la deuda”.

Al parecer no se han conocido evidencias de daño económico a las naciones receptoras o de excesiva dependencia  a causa de la iniciativa. Más bien las inversiones han tenido un efecto positivo en las economías locales. Para los receptores, el proyecto representa la oportunidad de conectarse con los estados más ricos y por eso los chinos han firmado una cantidad impresionante de acuerdos bilaterales de comercio y desarrollo. El Canciller chino se ufana de que apenas en los últimos 6 años algunos países construyeron su primer puente sobre el mar o su primera autopista, y otros construyeron un puerto logrando el acceso al mar.

Gobiernos occidentales han optado por no sumarse a la iniciativa que favorecería a las empresas chinas, alegando falta de transparencia en los acuerdos que serían “una trampa para la deuda”, y ausencia de estudios de impacto medioambiental. Sin embargo, Italia fue el primer país del G7 en unirse a la ruta, y el principal puerto de Grecia pasó a manos chinas.

Hasta la fecha figuran más  de 100 países en el megaproyecto. En América Latina se han incorporado 10 países, entre ellos Venezuela, como “extensión natural de la ruta marítima”. China ha venido haciendo grandes inversiones en la región y otorgando préstamos de unos 150.000 millones de dólares. “Préstamos corrosivos”, según los Estados Unidos.

La aparición del COVID-19 tendrá seguramente incidencias en el desenvolvimiento  del proyecto. No obstante, Beijing había incorporado otras dos iniciativas a su estrategia  que ahora pueden ser más importantes: La Ruta de la Seda de la Salud y la de la Seda Digital, que permiten la construcción de infraestructura de telecomunicaciones y hospitales.

La determinación de China difícilmente cambiará porque los países en desarrollo seguirán necesitando lo que les está ofreciendo. Seguirán necesitando carreteras, puentes, fábricas. Seguirán necesitando todas la cosas que le habían ofrecido antes de la pandemia y el BRI reorientaría una gran parte de la economía mundial hacia China.  Un  antiguo proverbio chino dice “si quieres ser rico, primero tienes que construir el camino”.

 

Profesor EEI

arteagahoracio@hotmail.com

@Harteaga2013



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