Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de
docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales
y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre
distintos temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores
de Venezuela que combina lo interméstico y global
Fidel Canelón *
A
pocas semanas del ascenso al poder de Jair Bolsonaro, las expectativas e incertidumbres
en Brasil, América Latina y el mundo sobre su futura gestión no han cesado. Sus
primeros anuncios ratifican que llevará adelante las medidas anunciadas en su
Programa de gobierno, volviendo trizas las políticas públicas de sus
predecesores en el Palacio de Planalto. En esa línea se enmarca, por ejemplo, el nombramiento de un ministro de Economía,
Paulo Guedes, que se ha comprometido a reducir la deuda pública mediante un agresivo
programa de privatizaciones, concesiones y venta de propiedades públicas. O,
también, la ruptura del acuerdo de asistencia médica con Cuba, que responde no
solo a una óptica de la problemática social sino también a una visión de la
política exterior que deja a un lado cualquier cortesía con los regímenes de la
alicaída y decadente izquierda radical regional.
Estos
primeros movimientos de Bolsonaro parecen ratificar que no será distinto como
gobernante que como candidato: está hecho de la misma pasta de otros líderes
carismáticos de corte autoritario que han tomado por asalto en las últimas dos
décadas a América Latina y el mundo (Chávez, Trump, Correa, Morales, Orbán, Duterte,
etc.). Es, al mismo tiempo, auténtico y políticamente incorrecto, rasgos que lo
convierten –al igual que sus pares- en seductores de las grandes mayorías,
decepcionadas, por múltiples motivos, de la clase política tradicional.
En
el caso de Brasil, esos motivos se conocen con claridad: después de una década
de continuo crecimiento económico (2002-2013) la octava economía del mundo
entró en barrena desde el 2015, durante el segundo mandato de Dilma Rousseff, al
caer ese año su PIB en -3,8 %, y aumentar sustantivamente el desempleo y a
inflación. A todo esto se unió un
verdadero tsunami de casos de corrupción, destacando el Lavajato y el escándalo
Odebrecht, que llevaron a la investigación y el encarcelamiento de diputados, ministros,
funcionarios de empresas del estado, gerentes de empresas privadas y, por
último, a la destitución de Rousseff y el encarcelamiento de Lula Da Silva.
En
este cuadro de cosas, una de las incógnitas que genera Bolsonaro es hasta qué
punto sus propensiones autoritarias pueden tomar cauce y poner en peligro a la democracia
brasileña. Es fácil caer en generalizaciones y extrapolar lo sucedido, por
ejemplo, en la Venezuela de Chávez, por la condición militar de ambos. Pero
estas comparaciones pueden ser, en principio, superficiales. No tanto por las
diferencias ideológicas entre los dos líderes –no en balde hay dictaduras tanto
de izquierda como de derecha, así como populistas de ambas tendencias– sino
porque cada país tiene sus circunstancias y sus singularidades. Hay, además, importantes
diferencias en las trayectorias de Chávez y Bolsonaro: éste ha tenido una larga
carrera de parlamentaria de 27 años - todo un récord- que empezó en1991, hecho
que, de alguna manera u otra, lo convierte en parte de la clase política
brasileña.
Otro
dato importante que puede servir de alivio a muchos, es que Bolsonaro, a
diferencia de Chávez, Morales y Correa, etc., nunca ha coqueteado –al menos
hasta el momento– con la convocatoria de una Asamblea Constituyente, mecanismos
que utilizaron éstos para atornillarse en el poder y consolidar sus regímenes
políticos no competitivos. Esto, por supuesto, no es ninguna garantía de que su
eventual proyecto autoritario no tome vuelo; y es de lógica aventurar que si la
realización de sus planes de gobierno más importantes y de sus propuestas
conservadoras se viesen obstaculizadas por el Parlamento –donde va a estar, en
principio, en clara minoría, a menos que pacte con varias fuerzas– o por los
demás poderes públicos, sobre todo el TSJ, el escenario autoritario a través de
una constituyente o una amplia reforma constitucional tomaría fuerza.
Pero
quizás el elemento que pueda causar mayor preocupación con respecto a un
ejercicio antidemocrático de Bolsonaro es su posible cooptación de las Fuerzas
Armadas Brasileñas, en un contexto en el que se vea enfrentado a las fuerzas
democráticas mayoritarias. El hecho de tener
un vicepresidente militar (Hamilton Mourao) y haber nombrado –hasta este
momento– 6 ministros militares de los 13 anunciados, crea una preocupación
razonable de que se vea tentado de involucrar a la institución militar en
actividades que aumenten su presencia e intervención en el Estado y la sociedad
brasileña. Esto, a su vez, puede darse la mano con el discurso ultraconservador
del cual él es portavoz, con sus mensajes homofóbicos, contra el aborto, los
negros y otras minorías, que han prendado siempre en las fuerzas militares y
otros sectores tradicionales de la sociedad brasileña.
El
panorama, en fin, es complejo y habrá que esperar el primero de enero. Pero es
indudable que la democracia brasileña va a tener su mayor prueba en más de tres
décadas.
* Prof FACES/ EEI
* Prof FACES/ EEI
Autoritarismo y Cultura politica. Foto: Editorial FGV
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