Espacio de reflexión sobre la realidad internacional a cargo de
docentes e investigadores vinculados al postgrado de relaciones internacionales
y globales de la UCV. Opiniones, comentarios y reflexiones sobre distintos
temas de la agenda internacional y de las relaciones exteriores de
Venezuela que combina lo interméstico y global
Fidel Canelón*
Por varias razones, las elecciones
presidenciales y legislativas costarricenses de 2018 han estado llenas de
elementos novedosos para el país centroamericano y América Latina en general. La
elección del politólogo de 38 años Carlos Alvarado en la segunda vuelta
celebrada el 1ro de abril, profundiza el sendero de renovación de la clase
política tica, no solo por la juventud del nuevo presidente, sino por el hecho
de que es el segundo mandato consecutivo que obtiene el Partido Acción
Ciudadana, después del triunfo en 2014 del ahora presidente saliente, Luis
Guillermo Solís.
Se
confirma, de esta manera, el fin del dominio bipartidista en el país
centroamericano, si tomamos en cuenta que los dos grandes partidos
tradicionales, el PLN (Partido de Liberación Nacional) y el PUSC (Partido Unidad
Socialcristiana) no pasaron ni siquiera a la segunda vuelta presidencial. Fundado
en 2000 por Ottón Solís, quien fue tres veces su candidato presidencial, y por
otras figuras disidentes del PLN –incorporando incluso, posteriormente, a dirigentes del
PUSC- el PAC es un partido que comparte
rasgos con otras organizaciones políticas emergentes en América Latina en las dos
últimas décadas, el más importante de los cuales es que no tienen una identidad
ideológica determinada, sino que el énfasis está en temas concretos de la
sociedad contemporánea que han tomado vuelo en estos tiempos de globalización, como
la lucha contra la corrupción, la profundización de la participación ciudadana,
la preservación del ambiente, así como los temas de igualdad de género, la
comunidad LGBT y la defensa de los derechos de otras minorías, como las
étnicas.
La
conexión del PAC con estos temas llevó a designar como primera vicepresidenta
en la fórmula de Alvarado a Epsy Campbell, una popular y mediática líder negra,
que se convirtió en la primera mujer afrodescendiente de Costa Rica y América
Latina que ocupa ese importante cargo. De profesión economista, tiene una
importante trayectoria en las luchas sociales de su país y en la región,
principalmente todo lo que tiene que ver con la defensa de los derechos de la
población negra, la discriminación de la mujer y defensa de minorías en general.
Esta labor social la llevó a aspirar en dos ocasiones (2010 y 2014) a la candidatura
de su partido, con destacadas votaciones en ambos casos, pese a ser derrotada
por Ottón Solís y Luis Guillermo Solís, respectivamente. De manera que el logro
de la vicepresidencia no fue una concesión graciosa de su partido, sino un
reconocimiento a su trabajo de años y a la proyección que ha alcanzado en su
país con sus luchas identitarias.
Otro
de los aspectos más notorios de la campaña electoral costarricense es la relevancia
que tuvo en la campaña la propuesta del matrimonio igualitario, la cual acaparó
el debate en las últimas semanas, desplazando a los issues que tradicionalmente concentran la atención, como los
problemas económicos, el desempleo y la inseguridad. El que sacó mayor provecho
de este clima fue Fabricio Alvarado, candidato de un pequeño partido
evangélico, quien fue el más férreo opositor al matrimonio igualitario y al
aborto, ganando inesperadamente la primera vuelta, con el 24% de los votos, por
encima de Carlos Alvarado, con el 21%. Si bien este pastor evangélico perdió en
la segunda vuelta, hay que destacar el crecimiento exponencial que tuvo su
organización (Partido Restauración Nacional) que en las elecciones de 2014 solo
había logrado el 1,5 % de los votos. El PRN pasó de 1 diputado a 14 diputados
en el parlamento, convirtiéndose en la segunda fracción de éste, solo superada
por los 17 diputados del PLN.
Son
muchas las reflexiones que quedan por hacer sobre estas elecciones ticas. El protagonismo
tan acentuado de los temas identitarios en unas elecciones en cierta forma es
una novedad en América Latina –si dejamos a un lado la visibilidad del tema
indígena en Bolivia en la primera elección de Evo Morales, y la gravitación de
los zapatistas en México en los 90 y comienzos de los 2000- que quizá pueda
atribuirse a la gran estabilidad económica, política y social alcanzada por
Costa Rica, que permitió dirigir la atención en estos temas alternativos, tal
como sucede en varios países desarrollados. Por otra parte, si bien conocemos
la expansión creciente de las corrientes evangélicas por distintos países de
América Latina –llegando en algunos de ellos a igualar o superar al
catolicismo- y sus progresivas aspiraciones políticas, puede decirse que nunca
habían llegado tan lejos. Fabricio Alvarado estuvo cerca de convertirse en el
primer pastor evangélico presidente en nuestra región. Son signos de que los
tiempos están cambiando y seguramente en el futuro veremos otras
confrontaciones álgidas entre las políticas de la identidad y las políticas
confesionales.
*Prof FACES/ EEI
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